La tragedia de mi vida comienza el 22 de septiembre de 1894, cuando tenía yo dieciséis años de edad.
Y si he de creer lo que me dicta la experiencia, la tragedia empezó mucho antes de aquella fecha que marcó la primera sangre derramada por mis manos arranca del día en que nací dentro de la extrema pobreza que rodeó mi cuna.